martes, 24 de mayo de 2011

O L O R. . . A. . . L L U V I A

Ahí estaba yo, caminando por las calles de la ciudad, el asfalto mojado y el olor a lluvia de las seis de la tarde.
Caminábamos por la calle Francisco I. Madero rumbo a la plancha del Zócalo. Me acompañaba mi amigo Juan, mi amigo de toda la vida, con quien he pasado muchas experiencias de todo tipo, es un wey agradable que entiende mi onda, en ese charolastra se puede confiar, y también junto a nosotros mi amiga Brenda; una chica desinhibida y aventada, casi una libertina; ella es como el aire va de aquí para allá y así como el aire, ellas  es difícil de atrapar. Ahí íbamos los tres y con nosotros una masa de muchachos y muchachas en su mayoría gente joven, pero también gente adulta cuya afición a la música en vivo y a los conciertos masivos no había desaparecido.
Ya casi llegábamos a los módulos de seguridad que la policía local había montado para evitar que algún pirado entrara al lugar con armas de fuego u objetos punzocortantes, también para decomisar cualquier especie de droga e impedir el acceso con bebidas embriagantes, rayos ni siquiera el alcohol estaba permitido.
Cuando nos enteramos Juan y yo rápidamente y con toda sincronización volteamos a ver a Brenda y ella a nosotros, no lo esperábamos y ahora la botella de whiskey buchanans  que llevaba ella en su mochila tenía que desaparecer en treinta minutos. Decidimos dar la retirada de momento e ir a una callecita; donde en la esquina había un restaurante del tipo bohemio y en la contra esquina una vinatería. Juan fue hasta aquella vinatería y compro dos cocas frías. Avanzamos un poco hacia el fondo del callejón donde había una pequeña fuente que no funcionaba, el musgo, la hierba y alguna que otra florecilla la habían hecho su hogar. Frente a la fuente había una librería; que ese día permanecía cerrada, fuera del local dos pequeñas banquitas en las cuales nos sentamos y comenzamos a preparar el trago. Tiramos más de la mitad de las cocas y las llenamos con el whiskey;  se había formado una mezcla perfecta y procedimos a brindar en aquel rinconcillo, paso más de media hora, realmente no recuerdo cuanto, pero la noche ya se dejaba ver, así que decidimos darle velocidad al asunto y de un trago largo cada uno, terminamos con la última porción.
Nos dirigimos de nueva cuenta al acceso más cercano y nos formamos para ser registrados. Una fila de muchachos y otra de muchachas, a las chicas las revisaba una mujer, una poli de aspecto calmado, a pesar de que la mayoría de los cuerpos de seguridad reflejaban el gran estrés que supone un evento como ese; ella permanecía tranquila y cumpliendo su labor de buen modo, contrario a todo eso, el poli que revisaba la fila de los chicos era un tipo gordo, desalineado con el rostro sudado y hablando pestes entre dientes. La fila de las chicas avanzaba considerablemente rápido, mientras que la de nosotros era más lenta; porque, aquel tipo tardaba demasiado revisando a los hombres, repasándolos hasta  dos veces, poniendo especial atención a las partes blandas, para mí que el poli era un pervertido. Cuando fue mi turno, avance hasta el poli y me pidió que extendiera mis manos y piernas, mí revisión fue bastante rápida a comparación del tipo que venía delante de mí, un chavo alto, musculoso y bien parecido, supongo que fue por algo, al finalizar; el puerco aquel, me apretó las bolas y me dio una palmada en el trasero, lo único que hice fue  caminar y girarme para ver que ultrajada le tocaba a Juan.

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Seguimos caminando, los polis habían quedado atrás, ahora solo había una marejada enorme de personas por doquier. Mucha banda se da cita en eventos como estos y más si son gratis, chicas y chicos de toda clase, de todos gustos, es la variedad.

El efecto del alcohol comenzaba a evidenciarse en nuestros movimientos que se volvían torpes y lentos y de esa manera comenzamos a entremezclarnos con aquella masa en constante movimiento. Luchábamos por llegar hasta el pie del escenario, era una tarea difícil, entre empujones, aplastamientos, pisotones, gritos y olores. De repente, comenzaron a caer las gotas, la lluvia se dejaba venir una vez más. Se comenzaba a sentir un calor agradable como estar en un sauna enorme, logramos nuestro cometido y llegamos cerca del escenario, nuestras ropas ya estaban mojadas y las gotas escurrían desde nuestros cabellos hasta nuestras caras, pero en ese momento nada de eso importaba solo dejarnos llevar por el alcohol que corría ya en esos momentos por nuestra sangre y la emotividad contagiosa que provocaba la música en aquel momento.

No recuerdo en que instante llego, no me di cuenta, pero recuerdo estar brincando y coreando aquella canción de molotov a todo pulmón y de pronto nuestros hombros chocaron y fue cuando nuestras miradas se encontraron y una sonrisa se dibujó en  cada uno de una manera espontánea y natural. Yo seguía brincando y cantando al igual que ella, tratando cada uno de volver a repetir a cada momento ese rose, ese choque que ahora resultaba de lo más emocionante, ya quería que terminara aquella canción y que hubiera el espacio y silencio necesario para poder saludarla y saber su nombre, no sucedió. . .  así que seguí en lo mío, disfrutando de la música, me olvide por un instante de aquel encuentro. 

Justo cuando lo había olvidado por completo, sentí un jalón, inmediatamente pensé que era ella y al girarme no me equivocaba, me hizo una seña, quería decirme algo, ella tenía un cigarrillo en su mano, yo me incline un poco y al oído me dijo: -hola! de casualidad tendrás un encendedor- comencé a revisar mis bolsillos presurosamente, saque el encendedor de la bolsa de mi pantalón lo accione, le acerque el fuego y encendí su cigarrillo, le dio dos fumadillas leves y después me lo ofreció, yo lo tome, no por que quisiera fumar; sino porque quería aprovechar la oportunidad de rosar sus dedos suavemente con los míos, y así fue, mientras me pasaba el cigarrillo nuestras miradas se fundieron en una sola, casi por inercia logre tomar el cigarrillo de sus manos y lo lleve inmediatamente a mi boca, le di una fumada profunda y se lo devolví enseguida. Nos quedamos mirando un rato, la música aún era estruendosa así que me incline nuevamente hasta su oído y le pregunte su nombre; Mariana, me dijo y tú, cómo te llamas?, me pregunto,  –Carlos Montone- respondí. De repente la algarabía de la gente nos interrumpía, volteamos por un instante al escenario para observar lo que acontecía; la banda que estaba tocando había terminado su presentación y ahora tocaba el turno de Los Jaguares, una excelente banda, comenzaron con su primer rola, ella y yo elevamos nuestras voces para corear aquella canción, ahora estábamos, brincando, riendo y mirándonos el uno al otro. Disfrutamos de la presentación de los jaguares, comentando lo fumadas y locas que estaban las letras y lo bien que se oían los solos de guitarra y de batería. Al finalizar la presentación de jaguares la mayoría de la gente comenzaba a retirarse del lugar, mientras tanto se preparaba otra banda de música electrónica llamada Nortec.



3

Hubo un tiempo de tranquilidad y aproveche para presentar a Mariana con mis amigos y ella también nos presentó a los suyos, venia acompañada de su primo y una amiga, todos nos saludamos, luego  decidimos acercarnos más hacia el escenario, Mariana me tomo del brazo y conforme caminábamos a través de los huecos que dejaba el público que se iba, llegamos hasta la barandilla que resguardaba el escenario, despacio bajo su mano hasta que se encontró con la mía la tome firmemente y nos miramos a los ojos, dejando ver la atracción que había entre los dos, duramos un buen rato tomados de la mano, era evidente el asombro de nuestros amigos al vernos tomados de la mano.

Eran ya las nueve de la noche, hacía un rato que había dejado de llover, el suelo aún continuaba mojado y las luces del escenario comenzaban a iluminar la explanada, la banda comenzó a tocar con un juego de luces impresionante, se oía un buen beat, comenzamos a bailar y a brincar para secarnos la humedad de nuestras ropas.

Descansamos un poco recargados en la barandilla, me acerque a Mariana, nuevamente sin decir palabra alguna nos miramos fijamente dejando ver en nuestros ojos que aquello debía dar un paso más, con suaves impulsos nos fuimos acercando sin dejar de vernos, yo no perdía detalle de los movimientos de su cuerpo, estaba seguro que ambos queríamos que sucediera. Ya cuando todo fue evidente, cerré los ojos y al momento sentí sus labios húmedos chocando con los míos para después convertirse en un beso apasionado e intenso.

De ella sabía poco o casi nada, solo su nombre Mariana, un amor fugaz, que se iría extinguiendo al ritmo de las horas de la noche, y al día siguiente, solo quedaría el recuerdo, la experiencia.

Nos besamos, nos abrazamos, caminamos tomados de la mano disfrutando de aquella noche en las calles de la ciudad de México, sus luces, su gente y pensé en todas las historias que se escriben cada día, cada tarde, cada noche, historias en las cuales todos somos o podemos ser protagonistas solo hay que hacer que sucedan.

  



2 comentarios:

  1. jeje eso lo llamo amor a ultima vista xD
    Milon...

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  2. ESTA ES UNA MUY BUENA REDACCIÓN, ME AGRADA MUCHO, LO HACES MUY BIEN, INSPIRÓ MUCHO MI IMAGINACIÓN, A TAL GRADO Q PARECE QUE TAMBIEN ESTUVE AHÍ, OBSERVANDO LA ESCENA.
    FELICIDADES, SIGUE ASÍ.

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